LA INTELIGENCIA EMOCIONAL

El término inteligencia emocional nace en 1990, cuando dos psicólogos norteamericanos, Peter Salovey y John Mayer marcan esta acepción. No obstante, setenta años antes, en 1920 el psicólogo Edward Thorndike en sus estudios de inteligencia social postula que además existen dos tipos de inteligencia La abstracta que era la habilidad para manejar ideas y la mecánica, habilidad por la cual se entendían y manejaban objetos. El gran Daniel Goleman, luego en 1995 nos sorprende con su aceptada propuesta de la inteligencia emocional.
El término “inteligencia emocional” se refiere a la capacidad de reconocer nuestros propios sentimientos y los ajenos, de motivarnos y de manejar bien las emociones, de nosotros mismos y en nuestras relaciones. Describe aptitudes complementarias, pero distintas de la inteligencia académica, las habilidades puramente cognitivas, pero medidas por el CI (Coeficiente intelectual). También se refiere a la capacidad humana de sentir, entender, controlar y modificar estados emocionales en uno mismo y en los demás. Inteligencia emocional no es ahogar las emociones, sino dirigirlas y equilibrarlas.
La importancia de la inteligencia emocional radica en aprender a administrar bien nuestras emociones para que éstas trabajen a nuestro favor.

El autodominio es la capacidad de controlar el impulso, base de la voluntad, es decir deseo, libertad y querer hacerlo; por otro lado está el carácter, que según
Amitai Etzioni lo describe como “El músculo psicológico que la conducta moral exige”
Nuestras emociones son guías que nos señalan una dirección, una disposición definida a actuar ante la ira, el miedo, la felicidad, el amor, ante sentimientos de ternura, de satisfacción sexual, de tristeza, etc.
Debemos entonces conocer nuestras las propias emociones, auto regularlas, auto motivarse, utilizar la empatía y auto gobernarlas con habilidades propias
Es así que la inteligencia emocional es determinante en el éxito social y profesional de las personas. Socialmente es más importante que la inteligencia racional. Sin embargo, ambos tipos de inteligencia se complementan.

Un persona con una saludable inteligencia emocional es capaz de retrasar el placer inmediato con el fin de obtener unos mayores beneficios futuros; es decir, la inteligencia se impone al impulso.
La Inteligencia Emocional tiene un impacto directo en las áreas más importantes de la personalidad, tales como el bienestar psicológico y armónico, además de sensatez y equilibrio general de todos los sentimientos y emociones desde cada punto de vista.

Ahora, también una buena salud física, modera y erradica los hábitos destructivos, previene enfermedades producidas por desequilibrios emocionales como la angustia, los miedos, la ansiedad, la ira, la irritabilidad y cualquier otro estado anímico o sensible.
Igualmente, el entusiasmo y la motivación son factores preponderantes para poder afrontar los retos de la vida y así obtener ventajas para desarrollar nuestro pleno potencial.

Por otro lado, mejorando nuestras relaciones, hace que superemos las limitaciones para establecer una comunicación honesta y sincera con otras personas; de ahí que debemos ejerce la empatía y demostrar libremente los sentimientos.
Finalmente, el controlar las emociones en momentos difíciles, así como digerir en la misma intensidad los positivos hacen acrecentar el estado de salud mental y por ende regular nuestra actitud frente a la vida.